No existe palabra para quien pierde un hijo. Las lenguas que nombraron viudez y orfandad guardaron silencio ante ese abismo. En tiempos de guerras y pestes, hubo nombres para casi todo, menos para ese dolor que rompe el orden del mundo.
Las culturas antiguas lo cubrieron con eufemismos, como si al callarlo pudieran contenerlo. Pero el silencio no borra el vacío. Cada madre, cada padre que lo vive, carga una ausencia que el idioma no alcanza.
Tal vez por eso, más que palabra, solo queda un eco: el amor que persiste cuando ya no hay nombre para nombrarlo.
*Buen día @inakiaa*