El Tijeretazo Político
Joaquín Bojorges
La propuesta de Morena para adelantar la revocación de mandato presidencial y empatarla con las elecciones intermedias de 2027 no es una simple reforma técnica. Es una jugada política que merece ser leída con lupa, porque pone en tensión el sentido original de este mecanismo ciudadano: evaluar el desempeño presidencial, no reforzar estructuras partidistas.
La revocación de mandato nació como una herramienta de control democrático, impulsada desde la ciudadanía para exigir cuentas a quien ostenta el poder. Pero al querer realizarla el mismo día que se eligen diputaciones y 17 gubernaturas, se corre el riesgo de convertirla en un apéndice de la maquinaria electoral. ¿Qué espacio queda para el debate ciudadano si se mezcla con campañas, promesas y disputas territoriales?
Morena argumenta que así se ahorran recursos y se eleva la participación. Pero ¿qué tipo de participación queremos? ¿Una que vote sin distinguir entre boletas? ¿Una que confunda el juicio sobre el presidente con la simpatía por una candidatura local? La democracia no se fortalece con más votos, sino con votos más informados.
Además, esta reforma se discute en un contexto de debilitamiento institucional. El INE ha sido objeto de recortes y ataques, y ahora se le pide organizar tres procesos simultáneos. ¿Es esto viable? ¿Es justo? ¿Es democrático?
La revocación de mandato debe mantenerse como lo que es: un ejercicio de rendición de cuentas, no una estrategia de movilización partidista. Si se aprueba esta reforma, estaremos ante una distorsión peligrosa del diseño constitucional. Y como ciudadanía, no podemos permitir que los mecanismos que nos pertenecen se conviertan en instrumentos de poder.
