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López Obrador y su falta de política

López Obrador y su falta de política
Gobierno
Octubre 25, 2021 15:03 hrs.
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Adrián Chavarría Espinosa › Informativo Nacional

Se considera que un buen político es aquella persona que durante un conflicto sabe negociar, conoce que debe ceder en algo pero será para también ganar y que ambas partes queden satisfechas con el resultado final. También es quien se rodea de especialistas y conocedores en diversos temas, quienes les asesoran y aconsejan para adoptar las mejores decisiones.
            Esos son los políticos que trascienden y dejan huella. Un ejemplo de estos días es Angela Merkel, quien por dieciséis años ha conducido firmemente Alemania y, tras el anuncio de su decisión de ya no reelegirse no solo en su nación, también en Europa y otras partes del mundo se le reconoce su contribución a tener un mundo mejor para todos.
            En caso contrario tenemos al presidente Andrés Manuel López Obrador, quien en lugar de comprender que es presidente de todos los mexicanos, incluso de quienes no votamos por él y trabajar para alcanzar la unió social, se ha dedicado a polarizar entre quienes han sido sus simpatizantes y seguidores en contra de aquellos que lo critican y expresan su insatisfacción por la forma en que conduce al país.
            Sucede algo semejante a lo realizado por Donald Trump cuando fue presidente de Estados Unidos, quien bajo el supuesto propósito de hacer a (Norte) América más grande se dedicó a enervar el nacionalismo blanco estadounidense y a generar una animadversión en contra de minorías sociales, lo cual tuvo su clímax el 6 de enero de 2021 con el ataque al Capitolio para impedir que el Colegio Electoral certificara la victoria de Joe Biden.
            En el caso de López Obrador, considero que por los más de doce años que mantuvo su permanente campaña proselitista para ser presidente de la república, se le quedó la costumbre de pensar y actuar como un candidato y, cuando por fin, logró la victoria no asume totalmente su papel de titular del Poder Ejecutivo Federal.
            Desde el atril donde encabeza todas las mañanas sus conferencias mañaneras adopta el papel de mesías, donde sus palabras deben ser consideradas como dogma y, cuando alguien lo cuestiona y le formula preguntas incómodas, las evade y en ocasiones, responde de forma agresiva y hasta podría decirse que se victimiza.
            Porque se siente como el presidente que ha sido el más atacado desde Francisco I. Madero, cuando se le cuestiona sobre problemas nacionales, pero en cambio se siente con la libertad para llenar con todo tipo de calificativos a sus adversarios, desde conservadores, de derecha, neoliberales, intelectuales orgánicos, fifís, aspiracionistas, hasta clase medieros, entre otros, sin que nadie lo pueda señalar como una forma de agresión.
            Además, cada vez con más frecuencia en la mañanera insiste en iniciar enfrentamientos que, sin dudas y aunque lo niegue, le resta seguidores, ya sea contra padres de niños con cáncer, personal médico al que le prometió bases laborales, actores e intelectuales que han visto reducidos apoyos anteriormente recibidos, académicos a quienes acusa de delincuentes.
            La semana pasada inició nuevas polémicas, ahora contra la Organización Mundial de la Salud, por no aprobar las vacunas rusa y china, inoculadas a millones de mexicanos quienes no pueden viajar a Estados Unidos, porque sus autoridades sanitarias no las han aprobado. La respuesta de la OMS fue sensata: que envíe a sus expertos para que vean cómo se desarrolla sus labores para ver cómo se deben cumplir con los protocolos.
            También anticipó que en 2023 revisaría la concesión de operación otorgada a Teléfonos de México, lo cual no es verdad ya que pleno del Instituto Federal de Telecomunicaciones resolvió en diciembre de 2016 prorrogar el periodo de vigencia de las concesiones de Telmex por 30 años adicionales, contados a partir de 2026, por lo que la vigencia de dichos títulos de concesión vence hasta el año 2056.
            Es aquí donde resulta evidente que o está mal informado o no escucha a sus asesores, ya que con frecuencia emite este tipo de comentarios, donde posteriormente se debe expresar comunicados con cifras o datos correctos, pero que no son rectificados en las mañaneras.
            La mayor confrontación se registró en contra de la Universidad Nacional Autónoma de México, a la cual acusó de someterse a la política neoliberal, de tornarse individualista, de haberse derechizado, de no estar a la altura de las circunstancias, y que muchísimos académicos e intelectuales universitarios se dedicaron a legitimar la privatización.
            López Obrador sostuvo que no solo la UNAM, sino todas las universidades públicas fueron sometidas por el pensamiento neoliberal y se quedaron calladas ante las "atrocidades" cometidas por esos gobiernos. Por supuesto tanto la misma UNAM como muchos universitarios rechazaron ese tipo de señalamientos.
            Así, mientras el senador Ricardo Monreal se manifestó totalmente en favor de la UNAM, Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la Ciudad de México, dijo que ella, como investigadora de esa institución, mantenía ciertas críticas hacia ella.
            Pero no debe olvidarse que el presidente no fue el mejor estudiante: además de tardarse varios años en terminar su carrera UNAM y poder titularse, reprobó 14 materias, las que tuvo que acreditar en exámenes extraordinarios.
            Además, de los 19 secretarios del gabinete presidencial, seis son egresados de la UNAM, mientras otros siete estudiaron en varias universidades públicas, sin omitir que varios de ellos tuvieron estudios de posgrado en el extranjero, hecho que ha cuestionado constantemente al afirmar que quienes se preparan fuera del país son ’ambicionistas’.
            Incluso acusó a José Narro Robles, exrector de la UNAM, que tras terminar su encargo académico fue designado secretario de Salud e, incluso, haber fungido como delegado del PRI en Ecatepec, a lo cual el exfuncionario precisó que nunca involucró sus actividades académicas con las políticas.
            Pero López Obrador no recordó que Juan Ramón de la Fuente, actual embajador de México ante la Organización de las Naciones Unidas, fue rector de la UNAM desde 1999 hasta el 2007, incluso fue nombrado como una de las ’corcholatas’ presidenciales, es decir uno de sus posibles sucesores. Sencillamente una contradicción presidencial más.
            El mandatario mexicano actúa mal al iniciar confrontaciones públicas tanto con otros políticos como con empresarios e instituciones y, lo peor, es que en ocasiones de manera equivocada y sin bases ciertas y concretas.
            Aunque no lo quiera admitir el político tabasqueño, es que todas estas polémicas y enfrentamientos le generan de forma constante una baja en su credibilidad y popularidad, donde solo sus más fervientes seguidores son quienes aún confían en él y no debe confiarse en que sus programas sociales serán suficientes para seguir teniendo un amplio respaldo social.
            La duda es ¿hasta cuándo y cuánto podrá resistir la popularidad y el respaldo de López Obrador?

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