Alebrijes en Cuadratines
Adrián Chavarría Espinosa
La forma como se comportó el gobierno federal ante la catástrofe generada por la entrada a tierra del huracán Otis, en costas del estado de Guerrero la madrugada del pasado miércoles 22 de octubre, donde resultó sensiblemente dañado gran parte del puerto de Acapulco, ha sido clara muestra de lo que no se debe hacer.
Es decir, las formas de atender y responder por parte de las autoridades de los tres niveles de gobierno han sido equivocadas, donde los más perjudicados han sido tanto los turistas, los cuales nunca esperaban padecer una situación crítica, como los habitantes quienes han sufrido de la falta de servicios y de la escasez de agua y alimentos.
Lamentable gran parte de estas fallas corresponden al presidente Andrés Manuel López Obrador, quien no logró comprender el alcance del huracán al preferir realizar una serie de acciones que retrasaron ofrecer una respuesta inmediata ante la catástrofe sucedida.
Inicialmente se justifica con haber emitido un mensaje en ’X’ (antes Twitter), cerca de las ocho y media de la noche, donde escribió: ’De acuerdo con la información disponible se pronostica que el huracán Otis entrará al territorio con categoría 5 entre Acapulco y Tecpan de Galeana de las 4 a las 6 de la mañana’ y agregaba: ’Están en marcha el Plan DN-III-E y el Plan Marina en coordinación con el gobierno del estado. Acepten trasladarse a refugios, mantenerse en lugares seguros: alejados de ríos, arroyos, barrancas y estén alerta, sin confiarse. Nosotros también estamos pendientes.’
La realidad es que en lugar de un amistoso exhorto, debió emitir la alerta definitiva, máxime que se anticipaba la categoría 5, la más alta, y además el huracán tocó tierra poco después de la medianoche.
Horas después, en la madrugada, en su reunión del gabinete de seguridad, se le debió haber informado de la entrada a tierra más del huracán y los daños iniciales. Si no se le dijo, entonces sería otra muestra de la inutilidad de esas reuniones de, pero sí se le notificó, entonces no valoró adecuadamente lo sucedido y, en lugar de cancelar la conferencia mañanera prefirió encabezarla y dedicarse a increpar a sus blancos políticos acostumbrados.
Después, sin aviso alguno a dónde se dirigía, salió de Palacio Nacional en una Suburban negra para dirigirse a la carretera federal a Acapulco, pero tras dos cambios de vehículos –primero a un jeep militar y después a una camioneta estaquitas–, tardó diez horas en llegar al puerto.
Aquí es donde se nota la falta del Estado Mayor Presidencial, órgano que no únicamente ’cuidaba al presidente’, también establecía la logística para establecer la mejor forma de trasladar al mandatario en funciones a sitios donde sucedían los siniestros y, además, contaba con sistemas de comunicación satelital, que le ponían en contacto cuando los medios convencionales no funcionaban, pero lamentablemente ya no existe esta corporación.
Ahora, si López Obrador hubiera querido llegar rápidamente, hubiera viajado en un helicóptero, donde habría llegado por mucho en una hora para, además de realizar un recorrido aéreo, empezar a coordinar la atención a los damnificados, lo cual posiblemente hubiera evitado los actos de rapiña, pero por el viaje por tierra fueron diez horas perdidas. Al final, ya de noche, regresó a la Ciudad de México en un helicóptero sin problema alguno.
Asimismo, tanto Evelyn Salgado, gobernadora de Guerrero, como Abelina López, presidenta municipal de Acapulco, prácticamente quedaron desaparecidas, por lo cual faltó la coordinación necesaria para que la seguridad pública funcionara adecuadamente y mantener el orden posible dentro de la catástrofe registrada y ofrecer ayuda a damnificados y a turistas.
Y es que la rapiña sucedió primero en grandes centros comerciales, después en pequeñas tiendas y casas abandonadas, que resistieron los daños del huracán, y finalmente de autos para sacar todo el combustible posible ante la falta de operación de las gasolinerías.
Otro punto negativo ha sido la desinformación. Mientras el miércoles no hubo reporte oficial de víctimas, fue en la mañanera del jueves cuando se dio un primer con 27 fallecidos y cuatro desaparecidos: para el domingo la cifra se amplió a 36 personas desaparecidas y 43 decesos, cifra por demás irreal.
Y es que días después de la catástrofe, decenas de personas aún no han podido comunicarse con sus familiares o conocidos que vivían o visitaban Acapulco, siendo la mejor prueba es que a través de redes sociales han posteado fotos, nombres e información para tratar de localizarlos. Entonces son más los desaparecidos que los 36 del informe oficial. Incluso, se han encontrado cuerpos en barcos que habían quedado en la bahía, pero sin ser considerados.
Como de costumbre López Obrador respondió el sábado agresivamente a quienes no están de acuerdo con él y sus ’datos’, pero la terca realidad sigue demostrando que sus verdades no son tan ciertas y, además, ahora no podrá acusar a sus adversarios de sus fallas, ya que los gobiernos municipal, estatal y federal son todos morenistas, sin interferencia de sus adversarios políticos.