Cuentan los antiguos que en los tiempos del sol joven vivían "Xóchitl y Huitzilin, dos corazones que latían al mismo compás". Cada día subían juntos la montaña sagrada para ofrecer flores al dios Tonatiuh, prometiéndose amor más allá de la vida.
Pero la guerra arrebató a "Huitzilin, y el silencio cubrió el alma de Xóchitl". Deshecha en lágrimas, pidió al Sol que los uniera para siempre.
Tonatiuh, apiadado, la transformó en una flor dorada que guardaba la esencia de la luz. Huitzilin renació como colibrí, y al posarse sobre ella, los pétalos se abrieron. Desde entonces, cada Día de Muertos, el cempasúchil florece para guiar con su resplandor y su aroma el regreso de las almas que aman.
_’Deja que el cempasúchil ilumine tu camino, recordándote que el amor verdadero nunca muere, solo cambia de forma.’_
’Donde hay cempasúchil, hay memoria.’ @inakiaa