Para la posteridad quedarán estampas trágicas que retratan el caos: los cientos de policías que apedrearon a vecinos de la colonia 6 de junio en Ixtapaluca, solo por defender su ya de por sí escasa agua potable; la imagen de doña Carlota, una anciana que tuvo que disparar para defender su hogar de supuestos invasores o, el pasado 8 de mayo, los estallidos de armas de fuego en Valle de Chalco, donde distintas corporaciones policiacas se enfrentaron con comerciantes. Estos hechos no son aislados, son síntomas de un Estado que ha dejado de garantizar lo más básico: seguridad, justicia y servicios públicos.
La inseguridad se palpa en cada rincón. Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), durante el primer trimestre de 2025, el Estado de México reportó más de 54 mil delitos del fuero común, incluyendo homicidios, robos y extorsiones. Y la percepción ciudadana lo confirma: de acuerdo con la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), el 62 por ciento de los habitantes del Edomex considera inseguro vivir en su municipio, un aumento preocupante de 11.3 puntos porcentuales en comparación con el mismo periodo de 2024.
A esto se suma el abandono en infraestructura: de los 16 mil kilómetros de red carretera estatal, al menos el 45 por ciento presenta daños graves como baches, zanjas, coladeras abiertas y falta de iluminación, según datos de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC). Circular por las vías mexiquenses es arriesgarse a un accidente o a una emboscada del crimen organizado.
Los gobiernos municipales afines al partido de la gobernadora, Morena, parecen trabajar en su contra, o al menos no hacen nada por detener el deterioro. La imagen de la mandataria se desvanece entre el polvo de las calles sin pavimentar y el eco de las protestas ciudadanas.
Después de casi dos años de gestión, es evidente que las cosas no están ’requetebien’. Están ’requetemal’, ’requetepeor’, incluso de ’requeteterror’. Una vez más, se confirma que un gobierno emanado del partido Morena, cuyos intereses no son a favor de los más humildes, puede representar un retroceso profundo para la vida pública. ¿Y los resultados? Parecen no importarle a la ’maestra’.
Un ejemplo revelador es el trato que el gobierno dio a las peticiones del Movimiento Antorchista, que entregó en marzo un pliego con 369 acciones de urgente solución. Las respuestas oficiales fueron negativas en su totalidad, bajo el pretexto de que no son competencia estatal o que todo debe resolverse ’inscribiéndose a programas federales’. Es decir, el gobierno estatal se lava las manos y evade toda responsabilidad, como si su única función fuera la propaganda y no la gobernabilidad.
Esa es la clase de gobierno que hoy tienen los mexiquenses: el de las promesas incumplidas, el de la supuesta transformación que no transforma nada, el de la esperanza que ya no convence.
Pero no basta con indignarse. Es momento de organizarse, de exigir con fuerza, de denunciar con pruebas, de participar en la vida pública y señalar a quienes traicionan la confianza ciudadana. No podemos esperar que la realidad mejore sola. Es tiempo de actuar, de organizarnos y de luchar por un entorno mejor.