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Fe, poder y representación: el caso de Humanismo Mexicano

Fe, poder y representación: el caso de Humanismo Mexicano
Política
Octubre 01, 2025 08:35 hrs.
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Joaquín Bojorges › Informativo Nacional

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En el cruce entre religión y política, el surgimiento de Humanismo Mexicano como Agrupación Política Nacional (APN) plantea interrogantes profundas sobre la representación democrática, la libertad de culto y los límites del poder institucional. No se trata solo de una nueva sigla en el tablero electoral, sino de una estructura que, según múltiples investigaciones periodísticas, opera como brazo político de la iglesia La Luz del Mundo.

¿Quiénes lo integran?
Humanismo Mexicano fue registrado ante el INE en 2023, encabezado por el diputado federal Emmanuel Reyes Carmona, miembro activo de La Luz del Mundo. Lo acompañan otros legisladores de Morena como Hamlet García Almaguer y Favio Castellanos Polanco, quienes han expresado públicamente su pertenencia a esta organización religiosa. La narrativa oficial habla de ’fortalecer la presencia del partido en estados donde no tiene arraigo’, pero la base social, el liderazgo y la estructura remiten directamente a la iglesia fundada por Eusebio Joaquín González.

¿Qué implica esta alianza?
La Luz del Mundo ha mantenido históricamente vínculos con el PRI, el PAN y el PRD, pero su actual cercanía con Morena —en un contexto de mayoría legislativa y control territorial— le otorga una plataforma inédita. El problema no es la fe, sino el uso de estructuras religiosas para fines partidistas, especialmente cuando el líder espiritual de dicha iglesia, Naasón Joaquín García, fue condenado en EE.UU. por abuso sexual de menores y enfrenta nuevos cargos por trata de personas.

La creación de Humanismo Mexicano como APN permite canalizar recursos públicos, espacios de difusión y candidaturas futuras. ¿Estamos ante una forma legítima de participación ciudadana desde la fe, o frente a una estrategia de captura institucional por parte de una organización con antecedentes penales en su cúpula?

La Constitución garantiza la libertad religiosa, pero también establece la separación entre iglesias y Estado. Cuando los límites se difuminan, la democracia corre el riesgo de convertirse en rehén de intereses sectarios. La pregunta no es si los creyentes pueden participar en política —por supuesto que sí—, sino si las iglesias deben operar como partidos encubiertos.

¿Y el INE? ¿Y Morena?
El Instituto Nacional Electoral validó el registro de Humanismo Mexicano sin objeciones públicas, mientras que Morena ha evitado pronunciamientos críticos. ¿Complicidad, pragmatismo o negligencia institucional? En cualquier caso, el silencio es estruendoso.

La ciudadanía debe exigir transparencia, rendición de cuentas y respeto a los principios laicos del Estado. Las agrupaciones políticas no pueden ser vehículos de impunidad ni plataformas de legitimación para liderazgos religiosos cuestionados. La fe es un derecho; el poder, una responsabilidad.

Este caso nos obliga a repensar el papel de las APN, el blindaje institucional frente a estructuras religiosas y la necesidad de una democracia que no solo cuente votos, sino que defienda valores.

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