El Tijeretazo Político
Joaquín Bojorges
La Presidenta Claudia Sheinbaum y la Gobernadora Delfina Gómez anunciaron con entusiasmo la apertura de 500 módulos del programa Farmacias del Bienestar, convirtiendo al Estado de México en la primera entidad en operar esta estrategia federal. El discurso oficial habla de gratuidad, universalidad y justicia social. Pero la pregunta que surge es inevitable: ¿son realmente farmacias, o simples módulos que disfrazan la precariedad del sistema de salud?
Se presentaron como ’farmacias’, pero en realidad son módulos de distribución.
- La estrategia se integra en el programa ’Salud Casa por Casa’, con la promesa de entregar medicamentos gratuitos a adultos mayores, personas con discapacidad y pacientes con enfermedades crónicas.
- La Presidenta adelantó que, tras la evaluación en territorio mexiquense, el programa se extenderá a nivel nacional en 2026.
Farmacia? En las imágenes solo se ve un módulo.
Una farmacia implica infraestructura sólida, personal capacitado, inventario permanente y atención profesional. Un módulo puede ser un espacio improvisado, con stock limitado y sin garantía de continuidad. Llamar ’farmacia’ a lo que apenas es un punto de entrega puede ser un recurso retórico más que una realidad.
2. Abasto y sostenibilidad:
El gran talón de Aquiles de cualquier programa de salud en México ha sido el desabasto. ¿Cómo garantizar que los medicamentos lleguen a tiempo y en cantidad suficiente? Sin un sistema logístico robusto, el riesgo es que los módulos se conviertan en lugares vacíos, con estantes sin medicinas.
3. Personal y atención:
¿Habrá médicos, farmacéuticos o personal especializado en cada módulo? Si solo se trata de entregar cajas, el programa se reduce a un acto administrativo, sin acompañamiento clínico ni seguimiento de tratamientos.
4. Universalidad pendiente:
La promesa de cobertura nacional en 2026 suena ambiciosa, pero la experiencia muestra que muchos programas sociales se anuncian con fuerza y se diluyen en la práctica. La universalidad no se logra con discursos, sino con presupuesto, planeación y voluntad política sostenida.
En los diversos grupos de WhatsApp y en redes sociales principalmente administrados por morenistas, anunciaron con bombo y platillo la inauguración que se transmitió en vivo desde varios municipios, con un despliegue mediático que recuerda más a un acto de campaña que a una política pública consolidada. La ciudadanía no necesita espectáculos, necesita medicamentos en la mano.
Las Farmacias del Bienestar pueden ser un paso hacia la justicia social, pero también corren el riesgo de convertirse en un espejismo. Si no hay abasto, personal y permanencia, lo que se presentó como un derecho puede terminar siendo otra promesa incumplida.
La diferencia entre ’farmacia’ y ’módulo’ no es semántica: es la diferencia entre un servicio sólido y un paliativo temporal. La población merece claridad. ¿Se trata de un sistema de salud fortalecido o de un programa que maquilla carencias con un nuevo nombre?
El reto es enorme: transformar la política de salud en un verdadero acceso universal, no en un acto de propaganda. La confianza ciudadana se construye con hechos, no con anuncios.
Podemos concluir que el estado de México abre la primera etapa de un proyecto que podría cambiar la vida de millones. Pero la pregunta sigue en el aire: ¿serán farmacias que dignifiquen la salud pública, o módulos que solo repartan esperanza en dosis limitadas?
