En 1849, los New York Knickerbockers de Nueva York hicieron algo que ningún equipo deportivo había intentado: uniformarse. Con pantalones de franela azul, camisas blancas y gorras de paja, inauguraron no solo la estética del béisbol, sino la *idea moderna de identidad deportiva.
Su ejemplo cruzó océanos y marcó a otros deportes, del críquet al fútbol inglés. Medio siglo después, hacia 1900, aparecieron los números en la espalda, una revolución silenciosa que permitió reconocer a cada jugador y celebrar su historia individual dentro del equipo. Desde entonces, cada uniforme es un emblema de orgullo, memoria y pertenencia.
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