…horror! ¡Qué espantoso! ¿Acaso estoy muerto? ¡No puedo verme en el espejo! Refleja el jardín y no mi persona. ¡Dice la leyenda urbana que vampiros y fantasmas, no pueden reflejarse en el cristal laminado! ¡Y soy invisible a los reflejos!... luego entonces… ¡estoy muerto y no lo sabía! Y sí para mí, observo mi invisibilidad, ¿cómo esperar que los demás puedan verme?
Una cosa es el juego infantil de poder desaparecer ante las consecuencias de una travesura. ¡Qué no puedan vernos y menos encontrarnos! Momento en que disfrutamos la idea de que nosotros si podemos ver sus rostros que pasan de la ira al desconcierto. Empero, de eso a que sea realidad, hay un abismo…
Aunque, viéndolo bien, es inexistente ese abismo. Lo desaparece el minoritario, casi selecto grupo de poder económico y político. ¡Y nos desparecen! ¡Sí! Lo hacen en la masificación de los que nos sentíamos seres humanos y… en realidad somos reducidos a esa masificación cuyo conglomerado ¡nos hace invisibles! Eso sí, muy importantes con nuestro Poder del Voto, dicen, para poner y quitar: Votar como masa y ser votados… ¡Y nos la creemos!
¡Horror! ¡Qué distinta es la realidad! Sin poder defender, siquiera, nuestra identidad. ¡Convertidos en un número! En un Código de Barras como estaba anunciado. Evolución de la comodidad social. ¡Un simple número! Tan necesario para el control que ejercen ellos, en su contabilidad de entradas y salidas en el consumismo, de esa sí, ¡tan real!, del principio oculto del úsese y tírese, incluyéndonos a los mecanizados Seres-Masa.
¡Sí! Pese al adormecimiento impuesto, ¡lo he descifrado! Esa es la causa real de que mi reflejo haya desparecido de la luna cristalizada. Tampoco veo a mis acompañantes, luego entonces, ¡nos mataron sin darnos cuenta! Y cerramos tan fuerte los ojos… por el miedo a ver por qué nos mataban y nos condenaban a la inexistencia. Con la única esperanza de que Él, el que todo lo puede regresará para revivirnos ¿para qué? ¡Sí somos incapaces de ejercer nuestro Libre Albedrío y defendernos!